Cementerio militar alemán de Yuste

Aunque está cercano a Cáceres, nunca antes había ido a visitar el Cementerio militar alemán de Yuste. Así que aproveché uno de los días de vacaciones para desplazarme con mi familia hasta allí y cumplir uno de mis deseos inconclusos.

El camposanto se encuentra situado en el término municipal de Cuacos de Yuste, en la Provincia de Cáceres, a unos 125 kilómetros de la capital, y ya en la parte sur-oeste de la Sierra de Gredos.
Desde Cáceres el acceso es por la nueva Autovía de la Plata, dirección Salamanca, desviándose en Plasencia hacia la derecha, por la carretera comarcal Ex-203, pasando los pueblos de Torremenga y Jaraíz de la Vera como núcleos más importantes.

Una vez llegamos a Cuacos de Yuste, giramos a la izquierda, iniciando un ligero ascenso entre árboles aromáticos, y allí, a unos de mil metros del núcleo urbano, localizamos el recinto. La entrada se encuentra situada en el margen derecho (según subimos hacia el Monasterio, en el que el Emperador Carlos V pasó sus últimos días de vida) , y frente a la misma hay un pequeño descampado, ideal para dejar nuestro vehículo.

Lo primero que nos llama la atención es la cancela metálica, con su pátina de herrumbre, que encontramos abierta –suponemos que permanecerá en ese estado durante la mayor parte del día-, incrustrada en un muro pétreo rodeada de abundante vegetación.


Un camino de tierra nos conduce hacia el único edificio del recinto, un pequeño porche con unas escaleras de bajada al camposanto, dotado de un espartano banco, un par de columnas y la placa en alemán y castellano que nos recuerda que en ese lugar se encuentran enterrados los restos mortales de 26 soldados y marineros de la 1 Guerra Mundial, así como 154 de la Segunda.


También nos dice que gracias al esfuerzo del Volksbund, entre 1980 y 1983, fueron recuperados los cuerpos que se encontraban esparcidos por toda la geografía española, siendo reunidos allí para su último descanso.

El cementerio, muy bien cuidado, tiene unas dimensiones totales de aproximadamente 75 metros de largo por unos 50 de ancho, y en el terreno sagrado se localizan las simples cruces de granito, en las que sólo se indica el nombre del fallecido, su empleo, así como la fecha de nacimiento y muerte. Las cruces se encuentran perfectamente alineadas, alcanzando en su parte más ancha un fondo de 9 filas.



Nos llamó poderosamente la atención encontrar algunos huecos entre las filas de cruces, como si hubiesen sido extraídas, quizás por los familiares, para trasladarlas cerca de ellos.

También encontramos una cruz, perteneciente al Uffz. JOHANNES BOCKLER, a la que alguien había dejado a sus pies una foto en blanco y negro de un joven, suponemos que del difunto.

El objeto de nuestra visita, el U-77, del tipo VII-C, fue hundido el día 29 de marzo de 1943 frente a las costas de Calpe por 2 aviones ingleses basados en Gibraltar.

De su dotación fallecieron 36 hombres, 2 desaparecieron y otros 9 lograron ser rescatados por marineros españoles.

 

Las tumbas de los 36 hombres del U-77 se encuentran alineadas a lo largo del cementerio, pudiéndose localizar la del Comandante Hartmann entre las del grupo situadas en la parte izquierda, mezclada con otras de sus tripulantes.

Frente a la cruz de Hartmann había una roca de granito, del tamaño de un puño, quizás dejada allí por alguien que quiso marcar su situación.

Con respeto tomo la piedra, que desentona frente a las limpias lápidas, y la arrojo lejos de allí.

Aprovecho para pensar en aquel momento trágico, en el que las frías aguas se cerraban para siempre sobre la estructura del U77, y realizo las fotos que documentan este reportaje.



Una breve visita por el camposanto nos hace sentirnos minúsculos cuando leemos en las cruces la edad de muchos de los fallecidos, apenas veinte años.

Como ya se hace tarde, y el sol de la Vera extremeña empieza a apretar, creo que es el momento ideal para finalizar la visita al cementerio, volviendo la vista hacia atrás, y prometiéndome volver de nuevo muy pronto.



El autor del reportaje, José Carlos Violat

Poema de la Sra. Maite Cuesta, dedicado al Cementerio Alemán

El cementerio Alemán

Cuando D. Carlos I
su retiro decidió
hacía las tierras de Yuste
buscando paz interior,
poco pudo imaginar
que en la peregrinación
de Cuacos" al monasterio,
con los años y el terror,
abría de crearse una tierra
con súbditos, de su lejana nación.

Jóvenes, niños apenas, germanos, rubios en flor, pues ninguno tenía edad para hablar de guerra, honor, patrias que se desgajaban; y pusieron los fusiles en sus manos de candor.

Y aquí muchos se quedaron, y nadie los requirió, y en un bello cementerio, verde de césped y amor están sus tumbas cuidadas, y en cada cruz, el recuerdo sin la voz, sus nombres y sus edades.

¿Cómo pudo aquel Señor, aquel D. Carlos I suponer lo que pasó?.
Que, guerras tras guerras, crueles, puesto que todas lo son, acabarían en una, la más grande que se vio y en donde todo el mundo en ella se involucró, y por ello, al pié de su eremitorio, de Extremadura, un rincón, están un puñado de alemanes en un jardín español.

 

Maite Cuesta, maestra, poeta y conferenciante
Junio 2012

 

 

 

 

Der deutsche Friedhof

Als Karl I. beschloss,
sich in den Landen zu Yuste
zurückzuziehen auf der Suche
nach innerem Frieden,
ließ er sich nicht erträumen,
dass auf seiner Pilgerschaft
von Cuacos zum Kloster
mit der Zeit und dem Terror
eine Erde entstehen würde,
in der Untertanen seiner fernen Nation liegen würden.

Junge Männer, Kinder noch,
deutsch, blond in der Blüte des Lebens,
denn keiner war alt genug,
von Krieg, Ehre,
Vaterländern, die auseinanderfielen, zu sprechen;
so wurden ihnen Gewehre in
ihre unschuldigen Hände gegeben.

Und viele blieben hier zurück,
und niemand fragte nach ihnen,
und in einem schönen Friedhof
aus grünem Gras und Liebe
werden ihre Gräber gepflegt,
und an jedem Kreuz
das Gedenken ohne Stimme,
ihre Namen und ihr Alter.

Wie konnte jener Herr,
jener Karl I
sich auch nur vorstellen, was passieren [sollte]?
Dass Krieg um Krieg,
grausam, denn alle Kriege sind es,
alles mit einem, dem größten,
den man jemals kannte, enden würde,
in dem die ganze Welt sich einbrachte,
und daher am Fuße seines Klosters
in Extremadura, in einem Winkel,
eine Handvoll Deutsche
in einem spanischen Garten liegen.

Anexo


Reportaje realizado por José Carlos Violat para U-Historia

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